Este artículo fue publicado el 5 de agosto de 2016 por Eugenio Carrizal
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Porno Alemán, un nicho muy interesante para los bancos germanos

A estas alturas, nadie se puede sorprender por el aprovechamiento económico que se hace del porno. La industria del sexo es una máquina de hacer dinero que revierte beneficios en muchos y muy diversos sectores. El potencial de Internet ha convertido la pornografía en uno de los motores de la sociedad en el día a día, y el uso que se hace de contenidos eróticos no tiene visos de reducirse en los próximos tiempos.

Es por eso que todas las instituciones, de manera más o menos velada, han aceptado que el porno ha llegado para quedarse. Obviamente, los gobiernos son conscientes de los impuestos que generan y no tienen ningún problema con él. Los bancos y empresas encargados de gestionar los pagos online también se frotan las manos debido a las ingentes cantidades que se mueven en las transacciones por servicios premium o el incipiente negocio de los shows privados en las webcams.

Internet y porno, una relación simbiótica

En una sociedad en que la tecnología se ha impuesto sin miramientos sobre todas las cosas, el porno no iba a quedarse atrás. Hasta antes de la creación de Internet, su difusión tenía lugar a través de revistas o películas. Sin embargo, la posibilidad de tenerlo todo al alcance de un clic lo ha convertido en algo mucho más banal y normalizado.

Evidentemente, se puede tender hacia la idea de que el cine porno no es más que un tipo de prostitución camuflada. Normalmente, las prostitutas se muestran algo precavidas con los puteros más jóvenes, ya que sus demandas son más violentas y de cariz más dominador que las de los más viejos. Esto se atribuye al hecho de que el cerebro sexual de esta generación se ha formado en base al porno por Internet, es decir, en base a un género fantástico con roles más bien poco constructivos para quienes se inician en los placeres de la vida. Unos roles mayoritariamente deformados que, cuando tengan la ocasión, también los esperarán de sus parejas (hetero)sexuales. El hombre que perfora hasta el infinito la mujer acrobática, la mujer que llora porque finge que le gusta. Equívocos fatales que, para una mente adolescente, son tan rutinarios como resolver un problema con tutoriales de Youtube. Con esto no se puede afirmar que las nuevas generación tendrán más números para ser unos agresores, no, simplemente que el mal que ya existía en la era analógica continúa intacto a la era digital.

De este modo, hay que ser muy conscientes del enfoque que queremos darle a la sexualidad y a su difusión, puesto que se ha de tratar como lo que es, que al fin y al cabo es en lo que lo hemos convertido: una transacción entre dos partes que incluye placer y, en ocasiones, dinero. Mucho dinero. Y eso lo pervierte todo.

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